Traslado de Oviedo a Zaragoza.

14 de agosto 2008. Después de estudiar las distintas posibilidades de transporte decidimos trasladarnos en furgoneta hasta Irún, y desde allí, por medios públicos hasta Campo (población en la carretera que va de Huesca a Benasque).

La primera opción, y que seguro que era la más cómoda, fue el tren, pero como siempre, lo dejamos todo para última hora, y no quedaban billetes libres desde el día 14 hasta el 19.

Nos quedaban dos opciones, ir en furgoneta hasta Zaragoza, y volver luego a por ella, y la otra, viajar en autobús desde Donosti a Zaragoza, y desde allí continuar con los planes iniciales de viaje. (Tren de Zaragoza a Huesca y autobús de Huesca a Campo).

Llegamos a San Sebastián a las 20:00 h., con tiempo sufici comprar los billetes, ordenar el equipaje,…., o eso creíamos.

El traslado de bicicletas en autobuses públicos es todo un inconveniente. No son consideradas equipaje, por lo que si no hay sitio suficiente para las maletas de los viajeros pueden bajártelas, eso si, cobrar, te cobran por montarlas, en este caso 6,00 €.

Por la mañana habíamos hablado por teléfono con la compañía y nos comentaron que el autobús entre San Sebastián y Pamplona – Zaragoza, iba prácticamente lleno hasta Pamplona, pero con muy poco equipaje, y que a Zaragoza viajaba muy poco gente. Pese a la advertencia que nos hicieron a la salida de que nos podrían bajar las bicis en Pamplona, decidimos arriesgarnos y subir. Teníamos que estar como fuera en Huesca a las 10:30 h. de la mañana.

Una vez adquiridos nuestros billetes y los de las bicis fuimos a buscar aparcamiento. Encontramos uno cerca, gratuito, y que tenía bastante buena pinta para dejar aparcada allí la furgo durante toda una semana.

Nos cambiamos, pusimos alforjas, …., y a falta de 15 minutos para salir el autobús ya nos montábamos en las bicis para acercarnos a la estación… upssss, la rueda delantera de Miguel está pinchada. En tiempo record la cambia y justo cuando acaba empieza a llover a muerte. Rueda mal hinchada, lluvia torrencial, la Transpirenaica estaba empezando antes de que nos lo esperásemos.

Llegamos con el tiempo justo al bus, metimos las bicis en la bodega sin problema alguno con el conductor, y nos sentamos en los asientos con la ilusión de empezar una aventura inolvidable. (Toma pedantería).
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